Memoria
para el arreglo de la policía de los espectáculos, Jovellanos
Este pueblo necesita
diversiones, pero no espectáculos. No ha menester que el gobierno le divierta,
pero sí que le deje divertirse. En los pocos días, en las breves horas que
puede destinar a su solaz y recreo, él buscará, él inventará sus entretenimientos; basta que se le
dé libertad y protección para disfrutarlos. Un día de fiesta claro y sereno en que
pueda libremente pasear,
correr, tirar a la barra, jugar a la pelota, al tejuelo, a los bolos, merendar,
beber, bailar y triscar por el campo, llenará todos sus deseos y le
ofrecerá la diversión y el placer más cumplidos.
Un pueblo libre y alegre será
precisamente activo y
laborioso; y siéndolo, será bien morigerado y obediente a la justicia. Cuanto más
goce, tanto más
amará el gobierno en que vive, tanto mejor le obedecerá, tanto más de buen grado concurrirá a sustentarle
y defenderle. Cuanto más goce tanto más tendrá que perder, tanto más temerá el desorden y tanto más respetará la
autoridad destinada a reprimirlo. Este pueblo tendrá más ansia de enriquecerse
porque sabrá que aumentará su placer al paso que su fortuna. En una palabra,
aspirará con más ardor a su felicidad porque estará más seguro de gozarla.
Siendo, pues, éste el primer objeto de todo buen gobierno, ¿no es claro que no
debe ser mirado con descuido ni indiferencia?
Hasta lo que se llama
prosperidad pública, si acaso es otra cosa que el resultado de la felicidad
individual, depende también de este objeto; porque el poder y la fuerza de un Estado no
consiste tanto en la muchedumbre y en la riqueza cuanto, y principalmente, en
el carácter moral de sus habitantes.
Unos hombres frecuentemente
congregados a solazarse y divertirse en común formarán siempre un pueblo unido y afectuoso,
conocerán un interés general y estarán más distantes de sacrificarle a su
interés particular. Serán de ánimo más elevado porque serán más libres y, por
lo mismo, serán también de corazón más recto y esforzado. Cada uno estimará a
su clase porque se estimará a sí mismo y estimará a las demás porque querrá que
la suya sea estimada. De este modo, respetando la jerarquía y el orden establecidos por la
constitución, vivirán según ella, la amarán y la defenderán vigorosamente,
creyendo que se defienden a sí mismos. Tan cierto es que la libertad y la alegría
de los pueblos están más distantes del desorden que la sujeción y la tristeza.
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